Babilonia y su ultima época de oro...
Las seis sílabas de este nombre, han cruzado los siglos, evocando a un prestigioso rey de Babilonia, gran constructor y despiadado conquistador, tanto como el implacable destructor del estado de Judá y el templo en Jerusalén.
La Biblia ve en él al instrumento del castigo de los judíos, pero también lo muestra sensible a la acción del profeta Daniel. Incluso le atribuye siete años de exilio en el desierto, en un estado de semi-locura, una anécdota que en realidad ocurrió en el reinado del último rey de Babilonia, Nabonido.
Para los historiadores grecorromanos, a quienes les resulta difícil definir su reinado, Nabucodonosor fue claramente un déspota oriental en todo su exceso. Pero es a él a quien también atribuimos la construcción de los jardines colgantes de Babilonia, para aliviar la melancolía de su esposa de origen meda. Modelando a voluntad las fuerzas de la naturaleza y el destino de los pueblos, según fuentes externas, fue el restaurador de templos y del poder real, según las inscripciones babilónicas, haciendo con esto que Babilonia floreciera nuevamente.
En su forma babilónica, su nombre se presenta como Nabu-kudurri-usur, “Oh Nabu, protege a mi trabajo”. Era el hijo de Nabopolasar, el fundador del Imperio neobabilónico, y participó activamente junto a su padre en el resurgir de Babilonia y su liberación de la dominación de los asirios. La calificación, a menudo hecha, de “Caldeo” para designar a la dinastía de Nabucodonosor ya no se usa, recientemente se ha establecido que su familia vino de la ciudad de Uruk, al sur de Babilonia, y que pertenecía a la aristocracia local, el padre de Nabopolasar fue gobernador de la ciudad al servicio de los asirios, y el propio Nabucodonosor comenzó su carrera como administrador del templo de la diosa Ishtar, la más importante de la ciudad.
A partir de 626, el país participó en una guerra despiadada contra los asirios que terminó en 612 con la captura y destrucción de su capital principal, Nínive, con la ayuda de los medos. Si bien Nabopolasar dirigió está campaña, fue Nabucodonosor quien estuvo a cargo de la captura y destrucción de la última capital asiria, Harran, en 610. Después de esto, Nabopolasar y su hijo invirtieron las ganancias de sus victorias en una gigantesca empresa para restaurar los monumentos de Babilonia y en la rehabilitación económica del país y sus infraestructuras. En 605, nuevamente juntos padre e hijo, derrotaron a los egipcios en Karkemish para a continuación apoderarse de Siria y las ciudades fenicias. Ese mismo año falleció Nabopolasar y Nabucodonosor regresó a Babilonia para reclamar el trono de su padre. Después sostuvo una campaña contra cimerios y escitas, a los cuales venció. Para mantener segura la frontera norte, contrajo matrimonio con la hija del rey de los medas. En 601 emprendió un ataque contra Egipto, que se vio complicado por la rebelión del estado vasallo e tributario de Judá. Un contraataque egipcio, con apoyo judío, fue derrotado por los babilonios y en 586 fueron destruidas la ciudad y el templo de Jerusalén. A continuación sitió la ciudad de Tiro, que finalmente tuvo que reconocer la autoridad babilónica. Luego de esto Nabucodonosor regresó a Babilonia y se dedicó de lleno a su labor constructora.
Antiguos templos fueron restaurados y nuevas edificaciones de increíble magnificencia fueron construidas en honor a los dioses del panteón babilónico. Un pasaje subterráneo y un puente de piedra conectaban las dos partes de la ciudad, separadas por el río Éufrates, y ésta se volvió prácticamente inexpugnable con la construcción de un triple muro. Así mismo, más obras se realizaron en otras ciudades de Mesopotamia. De las inscripciones en el templo de Marduk, se puede inferir que la mayoría de los cautivos traídos desde el oeste de Asia fueron utilizados para éstas labores de construcción.
A su muerte, sus sucesores no estuvieron a la altura y menos de un cuarto de siglo después la ciudad caería en poder de los persas iranios dirigidos por el más grande de todos los emperadores antiguos: Ciro el Grande.
En el esplendor del Imperio Babilónico, un hombre emergió como un coloso entre los reyes de su tiempo. Nabucodonosor II, cuyo nombre resonaría a través de los anales de la historia, se alzó como uno de los líderes más formidables de la antigüedad. Su reinado, que abarcó desde 605 a.C. hasta 562 a.C., fue un período de conquistas, innovación arquitectónica y asombroso poderío.
Nacido en el seno de la poderosa dinastía caldea, Nabucodonosor ascendió al trono a una edad temprana, enfrentando desafíos y amenazas inmediatas. Pero en lugar de doblegarse ante la adversidad, demostró su habilidad para la estrategia militar y la diplomacia. Fue bajo su mando que Babilonia se convirtió en una potencia dominante en el antiguo mundo, claro con apoyo de sus aliados medos de Media un imperio aliado, extendiendo su influencia desde Egipto hasta Persia.
Sin embargo, es su reinado arquitectónico lo que más asombra a la posteridad. Nabucodonosor es conocido por la construcción de los Jardines Colgantes de Babilonia, una maravilla arquitectónica que aún suscita admiración y debate sobre su existencia exacta. La leyenda de los jardines, construidos para su esposa Amytis, es un testimonio de su inquebrantable determinación y deseo de satisfacer los caprichos de su amada.
Pero quizás sea su vínculo con un personaje bíblico lo que más lo inmortalizó en la cultura popular. La historia de Nabucodonosor II se entrelaza con la narrativa bíblica en el Libro de Daniel, donde sus sueños y visiones desafían la comprensión humana. El sueño de la gran estatua, simbolizando imperios futuros, y su posterior locura, son relatos que han dejado una marca indeleble en la historia religiosa y literaria.
El reinado de Nabucodonosor II, sin embargo, no estuvo exento de conflictos y tragedias. Su asedio y destrucción de Jerusalén en el 587 a.C. marcó un punto de inflexión en la historia de Israel. La cautividad babilónica, conocida como el Exilio, tuvo un impacto duradero en la identidad judía y se refleja en las escrituras sagradas.
Su relación con Jerusalén se caracterizó por conflictos intensos, ya que buscaba expandir y consolidar el control babilónico en la región. Durante su reinado, impuso severos castigos a la ciudad en respuesta a las rebeliones, resultando en la destrucción del Primer Templo, también conocido como el Templo de Salomón, y el exilio forzado de miles de judíos, un evento trágico en la historia judía conocido como el exilio babilónico o la cautividad de Babilonia. Este período destacó la demostración de poder y la influencia del imperio babilónico, pero también comenzó un tiempo de profunda reflexión y transformación espiritual para los judíos en el exilio.
A medida que el tiempo pasó, la influencia de Nabucodonosor II comenzó a declinar. Su muerte en el 562 a.C. marcó el fin de una era y el comienzo de un período de incertidumbre en la historia de Babilonia. Sin embargo, su legado perdura en las páginas de la historia, una figura compleja que oscila entre la grandeza y la sombra, un rey cuyos sueños y conquistas dejaron una huella imborrable en el tejido de la antigüedad.
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