Érase una vez en Grecia-Irán...
Trás la muerte de Alejandro III de Macedonia en 323 a. C., los territorios que había conquistado se dividieron entre sus generales, los llamados Diadocos. Seleuco Nicator (“Vencedor”), amigo de Alejandro (312-281 a. C.) se convirtió en gobernante de las provincias orientales, aproximadamente Afganistán, Irán, Irak, Siria, Israel y Líbano modernos, junto con partes de Turquía, Armenia, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán. El enorme imperio tenía dos capitales, que Seleuco fundó alrededor del 300 a. C.: Antioquía en Siria y Seleucia en Mesopotamia (Irak). Seleuco estableció una dinastía que duró casi dos siglos y medio, durante los cuales se desarrolló y floreció el arte helenístico, una fusión de las tradiciones artísticas griegas y del Cercano Oriente.
Alrededor del 246 a. C., tras sufrir reveses ante sus rivales egipcios, los seléucidas perdieron un territorio sustancial en el este, cuando un grupo nómada llamado parni se estableció en la satrapía (distrito administrativo) de Partia en el norte de Irán. En el mismo período, la satrapía de Bactria (Afganistán) reclamó su independencia. Sin embargo, el rey seléucida Antíoco III “el Grande” reconquistó gran parte de estas regiones entre el 209 y el 204 a. C. cuando encabezó una expedición hasta la India. En el oeste, el rey seléucida libró varias guerras con sus compatriotas macedonios de la dinastía ptolemaica de Egipto. Las fuerzas egipcias fueron aplastadas en el 200 a. C. y los ptolomeos se vieron obligados a ceder Celesiria a Antíoco, que fue proclamado conquistador de Oriente, casi como un nuevo Alejandro. El poderoso monarca asiático estableció una alianza con el rey Filipo V de Macedonia pero no pudo evitar que este fuese derrotado por las legiones romanas en el 197 a. C.
En 196 a. C., Antíoco cruzó el Helesponto hacia Europa y dos años más tarde había agregado la región de Tracia a su imperio. Esto puso al imperio seléucida en contacto directo con el poder mediterráneo dominante de Roma. La ambición del rey lo llevo a poner sus ojos en Grecia, que a la sazón era un protectorado romano. Así estallo la guerra. En 190 a. C., los legionarios romanos pusieron pie en Asia por primera vez, y al año siguiente un ejército seléucida de 75.000 soldados se enfrentó a las fuerzas romanas de 30.000 en la batalla de Magnesia. A pesar de que las probabilidades estaban de su lado, Antíoco fue completamente derrotado y el imperio seléucida perdió sus posesiones en Anatolia (Turquía) teniendo que cumplir además draconianas condiciones. Sumado a esto, las provincias y aliados, que Antíoco III había recuperado volvieron a darle la espalda.
En 168 a. C., Antíoco IV profanó el Templo de Jerusalén, su intención era helenizar a toda Palestina. En respuesta, la familia Asmonea organizó una estrategia de guerrillas contra los seléucidas. El líder de las fuerzas judías, Judá, conocido como el Macabeo (“martillo”), capturó el Templo y finalmente expulsó a los seléucidas. En el mismo período, los parni establecieron su poder en Irán y Mesopotamia, formando el imperio parto: Seleucia fue capturada en 141 a. C. En el siglo I a. C., el poder seléucida se vio socavado aún más cuando el rey Tigranes de Armenia expandió su reino a Siria. Esto trajo a las fuerzas romanas de regreso a Asia, y en el 64 a. C. el general romano Pompeyo llegó a Antioquía, estableciendo en Siria el dominio romano, convirtiéndola en provincia y poniendo con esto fin a los remanentes del Estado seléucida.
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