sábado, 28 de octubre de 2023

VENEZUELA: La Margarita y Cubagua

EL AMANCEBAMIENTO EN LA MARGARITA Y CUBAGUA DEL SIGLO XVI...


Cuando la ponen a contar la historia cuenta que en 1527 el conquistador Francisco Fajardo vive amancebado con Isabel, la cacica principal de Margarita, hija y heredera del cacique Charayma que dominaba el fértil Valle de San Juan.

De esta unión nace el famoso mestizo del mismo nom­bre de su padre: Francisco Fajardo, conquistador de Caracas.

El amancebamiento de Fajardo con Isabel fue de mucho provecho para los guaiqueríes y hasta para los mismos españoles.

Por supuesto, son innumerables los casos de españoles amancebados, que originan pintorescas situaciones. Las burladas esposas, en la lejana península española, se quedan esperando que las manden a buscar. Denuncian a los esposos infieles sin resultado alguno. Algunas se vienen hasta Santo Domingo. Otras encuentran amantes en el mismo barco que las trae. El escándalo llega hasta la corte. Ahora los casados, para poder viajar solos a América, tienen que solicitar permiso y can­celar una altísima fianza.

Tanto en Cubagua como en Margarita muchas mujeres conviven normalmente con autoridades. Así lo hace Antonia Camacho, apodada “La Garnacha», cercana al Alcalde Mayor Pedro de Matienzo. Otras son condena­das por la justicia. Tal es el caso de Isabel Aguilar, Mencia Hernández, Elena Delgado, Catalina Salas.

De especial interés lo que ocurre con la portuguesa María Hernández quien estando casada con Alonso Mota se enamora de Pedro de Villardiga. Esto sucede en Santo Domingo. Pero en 1524, una vez que lo nombran Gobernador de Margarita, la pareja reside en la Isla. Vive en un bohío que le facilita la cacica Isabel, quien, por cierto, después de haber sido robada y abandonada por Francisco Fajardo, que regresó clandestinamente a España se casó con el cubagüense Alonso Carreño, del que tuvo dos hijos: Alonso y Juan. Se cree que fue ésta la primera unión legalizada en tierra margariteña. De manera que, además de haber sido madre del mestizo Francisco Fajardo, hay que reconocerle a Doña Isabel este mérito.

Pues bien, Alonso Mota quiso reunirse con su mujer y vino tras su huella, pero ya era tarde. Siempre fueron frecuentes sus largas ausencias y Pedro y María ya tenían tres años viviendo juntos. Una vez por poco lo apuñala Don Pedro. Otra vez es la misma María que de casualidad no le parte la cabeza de un hachazo.  Con hirviente despecho - “no oso yr ni estar en casa”- se marcha de la Isla para morir, solo y desdichado, en un hospital de San Juan de Puerto Rico.

El pobre Alonso no supo nunca -si es que eso le podía servir de consuelo- que María, a quien cariñosamente llamaban Malí, fue condenada públicamente, una vez que Pedro de Villardiga dejó de ser Gobernador. Así siempre sucede...

El descubrimiento y conquista del territorio americano por parte del Imperio Español, se ha constituido en uno de los hechos más importantes de la historia moderna de Occidente. Las hondas repercusiones económicas, políticas y culturales que se originaron a partir del encuentro entre los dos mundos, continúan sintiéndose en la actualidad y generan interesantes debates en torno a las conflictivas relaciones que se dieron desde que los europeos pisaron nuestra geografía. Ciertamente, el contacto entre dos culturas diferentes implicó serios trastornos en la mentalidad, en las creencias, en las costumbres, en el lenguaje y en las instituciones de quienes fueron sus protagonistas. Las afectaciones fueron de lado y lado. Sin embargo, la imposición del legado español, cristianismo, occidental, marcó el rumbo y la evolución de las culturas amerindias.

La resistencia indígena, de facetas variadas y multiformes, que van desde la lucha con sus ejércitos y sus armas, hasta la persistencia en sus ritos, hábitos, costumbres y creencias, si bien nos explica la supervivencia actual de ancestros étnicos no destruidos, no puede llevarnos a la obnubilación de pensar que la liza entre las dos culturas no tuvo un desenlace. Indudablemente, Occidente impuso sus pautas, sus normas, sus instituciones, su pensamiento, por eso se habla de la conquista. Se trata, sin duda, de un fenómeno complejo, ya que la aculturación a que fueron sometidas las comunidades nativas, la imposición de las pautas occidentales, se realizó en un lento y doloroso proceso de mestizaje, en el que cada una de las razas, la negra, la indígena y la europea (española) aportó elementos constitutivos al proceso integrador. El sincretismo cultural, hay que reconocerlo, tuvo como eje de dirección y dominación, a la cultura occidental. Nosotros, hoy, somos producto del mismo. Resultan improcedentes, ineficaces y anacrónicas, las actitudes, políticas o intelectuales, que se levantan sobre el supuesto de la necesidad de renegar del pasado, así como es anacrónica, la nostalgia con la herencia española truncada por el proceso independizador.

Somos una nueva realidad, un cruce de culturas, que con el correr de los siglos ha ido ganando perfil propio e identidad; pero, ¿Cómo desconocer esas raíces, cómo olvidar ese encuentro, violento y desigual de tantas culturas? No debemos tapar el sol con las manos, en estos asuntos de desestructuración y aculturación, lo más indicado es estudiar en profundidad las caras, las vicisitudes, la evolución y la gestación de un nuevo universo cultural pluriétnico, el más grande de los últimos siglos. Ni el aplauso ni la condena son actitudes recomendables con respecto a la vieja historia. Ni la idealización del español, tampoco la del nativo. Estos asuntos es preciso estudiarlos en el marco de los valores y aspiraciones prevalecientes en la época, que por supuesto no discurrían en terreno homogéneo. Recuérdense, por citar un ejemplo, las discusiones sobre si los indígenas tenían o no alma, sobre el trato a los mismos, y más adelante, las contradicciones entre la Corona y los encomenderos en torno a la instituciona1ización en los nuevos dominios por implantar las leyes de allá en los territorios descubiertos.

Es explicable que en nuestro continente, la celebración esté produciendo álgidos debates, la misma palabra "celebración" ha dado lugar a protestas, en especial de las comunidades de indígenas, para quienes, lo que fue un desastre, un arrasamiento, no merece celebración. La percepción del indígena no debe sin embargo, ser similar a la de quienes somos producto de la integración racial y cultural; de hecho nuestro universo y nuestra cosmogonía son diferentes a las de ellos, aunque sean igualmente respetables.

Más allá de una celebración o despertar anacronicos reconcomios, este día debe promover la reflexión histórica, el diálogo intercultural y el reconocimiento y respeto por los pueblos originarios, la diversidad de razas. Asimismo dar paso al análisis y a la valoración de la inmensa variedad de culturas que han aportado y aportan a la construcción de nuestra identidad.


Por: Verni Salazar

(Tomado de LOS ORIGENES HISTORICOS DE MARGARITA de Efraín Subero, 1996)

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